Caminamos descalzos por la dorada arena;
entramos al viejo muelle de piedra
para sentir el estruendo de las olas al romper
... para aspirar el salitre que traía consigo la bruma del mar.
Un aire húmedo refrescaba nuestros cuerpos
y una pareja de bellos albatros revoloteaba en derredor.
Tu cabello se agitaba con el viento como flama de una hoguera
y tus ojos claros derramaban chispas frente al brillo del sol.
Sobre el horizonte se extendía un cielo luminoso y azul
que se perdía en la omnipotente nada del espacio.
Así, a tu lado, percibía el calor que emanaba tu cuerpo
mientras mi corazón estallaba de latidos…
Y yo te amaba!
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Jorge Horacio Richino
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